Madre mía. Y es que hace tiempo que no escribo. Bueno, tiempo que no escribo en este, mi humilde blog, y perdón pido a mis incontables, y a la par innumerables lectores, porque escribir, he escrito, decenas de "briefings" y "debriefings", palabros que en castellano del bueno vienen a significar el planeamiento de una misión y el posterior resumen de la misma, y es que la campaña de Guadalcanal me tiene absorbido.
En este lapsus blogeril he salido al mar un par de veces o dos, que aunque parecido, no es lo mismo. Un día lo recuerdo con especial cariño. Finales de febrero debía ser. El mar plano como una balsa de aceite. El cielo gris como corresponde a dicha época del año. Y el agua transparente como el cristal. Hacia muchos meses que no la veía así. A trescientos metros la costa, de pie sobre mi tabla, veía el fondo marino como ves la palma de tu mano. ¿Profundidad? Pues no lo se. Muchos metros. Tirándome de cabeza y bajando en vertical no conseguía llegar al fondo. Vale que el traje de neopreno no ayuda en absoluto, y que uno, intentando sumergirse así, se siente como unido a la superficie con una goma gigante que, cuanto más bajas, más tira de ti hacia arriba. ¿Diez metros? Ni idea... Aun así es impresionante, casi increíble, poder ver perfectamente el fondo del mar a esa distancia de la costa, cuando la mayoría de las veces al llegarte el agua al pecho ya no eres capaz de discernir tus pies en el fondo. No se a que tipo de arcano se deberá todo esto, pero me gusta.
Grata sorpresa. A pesar de la más que poco esperanzadora predicción, el día amaneció con unas preciosas olitas de poco más de medio metro. Ordenaditas todas ellas. Del noreste, como siempre. Mi hermana pequeña, se apunto al festín de olas, así que tuve compañía en el mar. La verdad es que se agradece de vez en cuando, a pesar de que la soledad y el surf, por no decir que la soledad y la mar, van siempre unidas de la mano. Olas fáciles de coger. Olas sencillas, que te levantan y te impulsan, como permitiéndote jugar con ellas, y que con suavidad te depositan en la orilla, justo cuando las aletas de tu tabla están empezando a rozar el arenoso fondo del mar.
15 abril 2009
El parte meteorológico lo decía bien claro. Un frente activo ocupaba la península desde el oeste hasta el sistema. ibérico Las imágenes desde el satélite, en visible e infrarrojo, confirmaban la información. La vista radar, más de lo mismo. Aun así el Comandante decidió emprender el vuelo. El salto desde Pollensa hasta la Academia, en Murcia, transcurrió sin novedad. Allí bajó parte del pasaje y la tripulación aprovechó para comer algo. Otro vistazo a la meteo no fue suficiente. La segundo piloto, todavía inexperta, con poco más de un año en la unidad, decidió no decir nada. -El Comandante sabrá lo que hace... -debio pensar.
Cubierto. Nubes de 1.000 a 20.000 pies. Cumulonimbos embebidos. Engelamiento a partir de 4.000. Turbulencia y ligera onda de montaña. Para más inri salimos en instrumental. Aunque suene paradójico, todo buen piloto del 43 sabe que si la meteo esta mal, la única forma de ir es en visual. Si, en visual, volando bajo, pegado al suelo y mirando por la ventana, intentado colarse por debajo de las nubes, aprovechando los valles, rodeando las tormentas. Y si así no se puede llegar, no se puede llegar de ninguna otra forma. Pero aquel día yo era un joven Alférez y todavía no sabia todo eso. Total, que en instrumental. Tras el despegue control nos ordena ascender a 10.000 y volar directo al VOR de Albacete. No tardamos en ver aquel muro de color gris oscuro, todopoderoso, delante de nosotros. De izquierda a derecha, desde el suelo hasta muy, muy arriba.
Como para cojones los nuestros, y a pesar de que un tercio de la tripulación era de genero femenino, el Comandante siguió volando, impasible en apariencia, hacia aquella pared de nubes. Y en apariencia, digo, porque en breve íbamos a ver la verdadera naturaleza del individuo. Y no, no es la falta de hombría del autor la que le impulsa a escribir esto; es más bien el modesto conocimiento de la Historia y del medio, pues ya en 1915 el barón Manfred Von Richthofen, y seguro que alguien antes que él, describió los peligros de meterse con un aerodino en las entrañas de una tormenta. -Pero los aviones han mejorado mucho desde entonces -alguien me podría decir, si, pero no es el caso del Botijo, pues ese sobrenombre no le viene solo por su capacidad de transportar agua, sino también por su similar diseño y complejidad.
Ensimismados mirábamos aquella muralla negruzca mientras yo me preguntaba que demonios estaría pensado el protagonista de nuestra historia. ¿A caso esperaba que al llegar a la tormenta, las nubes se abriesen como las aguas del mar en aquel bíblico acontecimiento? ¿A caso esperaba que nuestro avión mágicamente no se viese afectado por las leyes de la física? ¿Que pasaría por la cabeza de aquel hombre...? De un momento a otro la oscuridad nos envolvió. Silencio en cabina. Primero algo de turbulencia. Hasta el momento lo normal, al fin y al cabo estábamos dentro de una nube convectiva... Los minutos siguieron pasando lentamente. La temperatura exterior, ya de por si baja, comenzó a bajar todavía mas. La turbulencia fue in crescendo y en breve llego al conocido nivel de incomoda de cojones, por no decir desagradable. Los claroscuros producidos por la luz del sol al atravesar debilmente las nubes comenzaron a surtir efecto, generando el conocido vértigo: Si uno se deja llevar por sus sentidos y duda de lo que dicen los instrumentos de vuelo, puede muy fácilmente creer que esta virando, o que esta bajando, o que esta volando en invertido, y puede actuar equivocadamente en consecuencia. Incomodo, y muy peligroso.
Un vistazo rápido por la ventana lateral descubrió la incipiente formación de hielo en el borde de ataque del ala. Primero una linea blanquecina, que a los pocos minutos se convirtió en una banda helada de varios centímetros de anchura. Si hay hielo en las alas, el empenaje y la chepa del avión tienen que estar hasta las trancas del mismo. Mal asunto. Aun así nuestro Comandante continuaba impasible. ¿Tendrá algún pacto con alguna fuerza oscura que nos vaya a sacar de esta? ¿Cuanto tiempo tardará en darse cuenta de que esto, sencillamente, no es saludable? A los pocos minutos algo empezó a golpear el fuselaje: Tac, tac, tac... ¡Toc! ¡Tac...! Tac, tac, ¡toc! Las hélices habían acumulado ya demasiado hielo, y este había empezado a desprenderse gracias a la brutal fuerza centrifuga a la que están sometidas las palas. El hielo al salir disparado en todas direcciones, golpeaba el fuselaje del avión provocando ese molesto ruido. Y si solo fuese molesto, pues tira, pero que las palas estén cargadas de hielo, puede implicar muchas y malas cosas, pero eso lo dejaremos para otro día...
-Anda, llama a control y pídele un nivel más alto -ordenó nuestro Comandante. ¿Como? ¿¡Un nivel más alto!? ¡Desgraciado! ¿¡A donde piensas ir!? ¿A caso no has visto la puta meteo? ¡Nubes hasta 20.000 pies! ¡No podemos subir ahí arriba! ¡No con este avión, no sin oxigeno, y no sin antihielos! No se si gracias a dios, o no, control parecía no recibirnos. Otra de las maravillas que hacen tan entrañable a nuestro avión son sus radios. Siempre fallan en el momento más inoportuno. ¡Ay las radios! Darían para una entrada ellas solitas, así que no me voy a explayar mucho más ahora. -Vuelve a llamar, ¡vuelve a llamar! -Nada. Sin respuesta. En ese momento, la mente del genio se puso a trabajar y comenzó a gestar su siguiente gran movimiento, aquel que sin ningún genero de dudas nos iba a sacar de aquel embrollo. Sin mediar palabra, agarró los mandos y comenzó a ascender como alma que lleva el diablo. Estooo, disculpeee, creo que estamos en instrumental controlado, dentro de nubes, no vemos un carajo y no estamos autorizados a subir, y es posible, tan solo posible, que haya otro avión en esta misma aerovia, más arriba... ¿No se si me sigue, mi Comandanteee? Vamos, que juraría haber leído en algún sitio que esto no se puede hacer, y a la par es ilegal, ¿que le parece...? -¡Tu sigue llamando hasta que nos oigan!
La madre del cordero... 14.000, 15.000, 16.000 pies... Yo realmente estaba tranquilo, total, dentro de un par de miles de pies el avión dejaría de subir, así, él solito, lo que se dice por su propio peso. ¿¡Pero que cojones se cree que es esto!? ¿!El Sputnik!? Manda huevos... Menos mal que la madre naturaleza vino en nuestro rescate antes de que todos nos quedásemos hipoxicos perdidos. Bueno, eso de venir en nuestro rescate, es matizable, porque lo que pasó fue que en un maldito abrir y cerrar de ojos, el cristal delantero se congeló: ¡Zraaas! Blanco. Opaco. Vamos, como si en lugar de cristal nos hubiesen puesto un empedrado de lo más mono. La verdad es que, quitando el susto y el efecto psicológico de voy en un avión y no tengo una ventana por la que ver poca importancia tenía, total, ver, lo que se dice ver, no veíamos nada más que nubes hace tiempo. Ya podría haberse congelado también el cristal lateral, así por lo menos habríamos dejado de ver todo el hielo que llevábamos cargado en los planos; ya se sabe, ojos que no ven... Bueno, nos habíamos quedado en que la madre naturaleza vino en nuestro auxilio, ya que tras este incidente el Comandante decidió dejar de ascender... De nuevo su mente comenzó a maquinar la siguiente jugada maestra: -¡Voy a virar por la izquierda! Tu sigue llamando-. Cojonudo. Total, ya nos hemos salido del nivel asignado, ¿por que no realizar unas órbitas aquí, en medio de la tormenta? A control, ¡a control que le den morcilla! Y si viene otro avión, ¡pues que se aparte él!, que yo no le veo, que llevo el cristal congelado, y eso me exime de toda responsabilidad...
Las llamadas a control se sucedieron sin éxito alguno, mientras seguíamos orbitando muy por encima de los 10.000 asignados. A los pocos segundos, o minutos, no lo se, pues ambos parecieron horas, algo nuevo llamó la atención del Comandante, y de toda la tripulación... De repente, en medio del caos existente en cabina, las salidas de aire de impacto para ventilación cobraron vida y empezaron a expulsar ¡trozos de hielo! Aquello parecía la fiesta del granizado de limón. ¡Zraaas-pra-pra-pra! ¡Pra-zraaas! ¡Zraaas! El hielo entraba en cabina por las dos bocas de ventilación a toda castaña, vamos, que si te daba, dolía... La situación era ya ridícula, tragicómica, espectacular. -¡Ciérralas! ¡Ciérralas! ¡Y sigue llamando por la radio! -Este hecho actuó como un revulsivo en la mente de nuestro Comandante, y de inmediato, explotando todos sus recursos aeronáuticos al máximo y haciendo uso de toda su experiencia profesional y extraprofesional, generó la solución al problema, solución que, esta vez si, nos iba a sacar de aquella embarazosa situación: -¡Voy a descender! ¡Y sigo virando a izquierdas! ¡Id avisando cuando veáis el suelo! -Glups. ¡La madre que lo...! ¡Maldito hideputa! ¿¡Como que vamos a descender!? ¿¡Hasta donde!? ¡Pero si no se ve nada! ¡Las nubes llegan hasta el maldito suelo y con tanta vuelta tampoco sabes donde estamos! ¡Podría haber una montaña más alta que otra aquí debajo! ¿¡Recuerda usted!? ¡Que estamos cruzando el puñetero sistema penibético!
Pues allí que fuimos, al descenso, al agujero, al maldito averno... Suerte tuvimos de que la Virgen de Loreto, los ángeles, las valquirias y todos los santos estuvieran de servicio aquella tarde, pues en nuestro descenso, control contestó a una de nuestras llamadas, que sino nuestro Comandante hubiera seguido bajando hasta dios sabe donde... -Dos-Cuatro, ¿como me recibe?, ahora alto y claro, ¿cuales son sus intenciones?, le llevamos observando un buen rato, bla, bla, bla... -A partir de aquí mis recuerdos son algo confusos. Se que al final retrocedimos algunas millas hacia el este, en instrumental, pero más bajos, hasta que tuvimos contacto visual con el terreno, momento en el que cancelamos a visual y proseguimos el vuelo como se debe hacer, manteniendonos fuera de las nubes, bordeando el frente y sus tormentas. Desde Murcia no conseguimos entrar en Albacete, así que al final terminamos rodeando por el interior de Valencia hasta Cuenca, ciudad que dejamos al sur, hasta que por fin encontramos un hueco que nos permitió llegar a Madrid, desde Guadalajara :)
PD: Todo parecido con la realidad es mera coincidencia.
14 febrero 2009
Hace tiempo que quería colgar este pequeño vídeo sacado del documental "Step Into Liquid". La verdad es que no pueden ser más graciosos estos pequeñajos.
Por cierto, como la rubita diga en serio eso de -no, no me gustan las olas demasiado grandes... Las de dos metros están bien -flipo. ¡Si ella no levanta un palmo del suelo jajaja!
8 febrero 2009
Bueno, después de un mes, he vuelto al mar. Creo que ya lo he dicho en alguna otra ocasión, pero me parece sorprendente la capacidad de adaptación que tiene el ser humano: tras este mes en la meseta, casi había olvidado el océano. Y en cierto modo eso es bueno, pues no querría estar constantemente sufriendo por algo que no puedo tener siempre al alcance de la mano. Cest la vie, como dicen por ahí arriba.
El sábado despertó gris, amenazando lluvia y el mar estaba en calma, así que cogí mi tabla de windsurf y salí a remar. ¡Que tranquilidad! ¡Que paz! Como siempre, toda la bahía para mí. Aquel cormorán solitario que describí en otra entrada hace un par de meses, ahí seguía. Y si no era el mismo, se le parecía. Observándome. Flotando. ¿Quien o que demonios será ese ser vestido de negro que viene aquí a disturbar mi paz? - debió pensar el pobre animal. Pero no, no nos molestamos mutuamente. Él ahí siguió, flotando, y tras un par de horas en el agua, ahí le dejé.
El domingo amaneció de nuevo gris, pero esta vez el mar si nos ofreció unas preciosas olas de poco más de medio metro. Y digo nos ofreció por que mi hermana pequeña se apuntó al chapuzón, así que bajamos las dos tablas, la de windsurf para esperar flotando detrás de la pequeña rompiente, y la de surf para coger alguna olita que otra. Lo suficiente para recordar que el surf, lo es todo. Lo suficiente para recordar la sensación de paz, tranquilidad y equilibrio que me produce remar, coger una ola, y surfearla hasta la orilla. ¡Dios como me gusta el sutil arte del surf!
3 febrero 2009
No, aunque por el titulo pueda parecer que esta entrada va de windsurf, lamentablemente no es así, y es que esta mañana he encontrado un breve informe totalmente extraoficial que redacté sobre el incendio forestal sufrido en la isla de La Gomera en la primavera del año pasado. Como dicen aquellos, no big deal.
Actuación en Canarias, abril de 2008.
El incendio a rasgos generales fue uno más; como única diferencia la gran distancia de nuestra base principal, y los problemas logísticos que esto pudiera ocasionar.
Según llegamos la primera tarde, después de 6 horas de vuelo, los otros dos Focas ya habían repostado en La Gomera, cargado agua en tierra, y se disponían a despegar rumbo a incendio. A los 30 minutos de nuestra llegada, nosotros hicimos lo propio, cargando agua en tierra.
Sorprendentemente el mar estaba practicable así que el resto de las cargas de esa tarde (3 horas) las realizamos en él.
El segundo día, más de lo mismo. En total 9 horas de extinción, con la habitual parada para repostar y comer. El mar seguía practicable, pero al llevar un segundo piloto sin experiencia decidí, como norma general, hacer yo tres cargas de mar y luego él una en tierra, para evitar posibles errores por cansancio. El Foca22 como norma general estaba haciendo todas las cargas en tierra, así que nosotros ajustábamos las nuestras para no coincidir en el suelo con el, y así tener a todo el personal de tierra para nosotros. El día transcurrió sin mayor novedad en cuanto a la operación.
El tercer día mi avión tenía que pasar la revisión de 50 horas así que volamos a la Base Aérea de Gando donde esta se realizo sin novedad. Pernoctamos en la isla.
Al cuarto día se nos ordeno regresar a Torrejón, cosa que hicimos de nuevo sin novedad.
Como comentario final decir que la carga en tierra en Canarias es totalmente necesaria. Tuvimos suerte y pudimos cargar en mar abierto, pero como bien sabemos no se puede contar con esta posibilidad. En cuanto a la operatividad, el Foca22 venía haciendo unas tres cargas de agua en tierra por cada cinco nuestras en mar. Un ritmo totalmente aceptable en mi opinión.
21 enero 2009