Cuadernos de un aviador inquieto

AMAZINANTE EDICIONES

Milicia

La Milicia. De entrada, no lo entiendo (Diego Mazón)

Me he esforzado mucho en entenderlos. He buscado y rebuscado para ver por qué alguien decide meterse a la milicia. Y no lo entiendo. No comprendo que en la sociedad de hoy una persona opte por entrar en un trabajo como este, en el que el principal requisito es obedecer a un jefe detrás de otro hasta que, con suerte, llegue a general y aún así, o peor, tendrá que estar a las órdenes del político de turno.

No me cabe en la cabeza que alguien opte por ponerse este uniforme por un mísero sueldo, cuando enfundándose el de policía municipal cobraría mucho más. Es incomprensible que un joven de provecho, en el siglo XXI, asuma valores como el sacrificio, la entrega incondicional, la obediencia, el honor, la lealtad, el silencio, la disponibilidad, la constancia, cuando el resto de la sociedad rema en la dirección opuesta.

Dos de nuestros Canadairs esperan congelados en la plataforma de la base aerea de Torrejón

Hay que tener mucha moral para cargar sobre los hombros de uno la responsabilidad tremenda de proteger a una sociedad que mientras duerme, toma cañas o se va de excursión ignora y menosprecia a quienes vigilan su libertad, a quienes se dejan la vida en la búsqueda de la tranquilidad de sus congéneres. Y hay que tener mucha humildad para entrar en una forma de vida en la que la ambición es la última de las prioridades, y en la que te pueden mandar al culo del mundo a cumplir una misión que nadie entiende, en la que te cambian de destino por razones de servicio y no puedes ni rechistar.

No, en realidad a quien no entiendo es a la sociedad, que desprecia a los militares porque no los comprende. A la sociedad en la que algunos aún los consideran un vestigio del franquismo, a la sociedad que es incapaz de decir gracias al colectivo que vela por su vida, a la misma que protesta porque el presupuesto de Defensa no vaya destinado a esa vaguedad de fines sociales que se queda en escalones burócratas. Y no entiendo a los políticos que quieren hacernos creer que los militares son un grupo de voluntarios de uniforme que se dedican a repartir caramelos por el mundo y a hacer de bomberos ocasionales. Porque al fin y al cabo, como decía Calderón de la Barca:

-Aquí, en fin, la cortesía, el buen trato, la verdad, la firmeza, la lealtad, el honor, la bizarría, el crédito, la opinión, la constancia, la paciencia, la humildad y la obediencia, fama, honor y vida son caudal de pobres soldados; que en buena o mala fortuna la milicia no es más que una religión de hombres honrados-.

Creame, a veces yo tampoco lo entiendo, pero solo a veces.

A vosotros, a nosotros, y a las mujeres y hombres que comparten nuestra vida.

¡Feliz Año Nuevo!

Milicia 31 diciembre 2008

Tiempo

Tiempo. Tiempo es lo que hace falta si quieres hacer surf. El surf y la paciencia van íntimamente unidos. El surf no proporciona una descarga de adrenalina detrás de otra y sin parar. El surf es tranquilidad, meditación, interiorización, paz, felicidad, fuerza y solo al final emoción, intensidad, explosión. Tienes que desear todas y cada una de las fases del surf. Requiere tiempo, y la voluntad de emplearlo en él. No puedes hacer surf cada vez que quieres, ni el tiempo que quieres, ni coger el numero de olas que quieres. El mar da a cada uno lo que él considera.

Estos últimos días de diciembre ha habido mucha actividad. De estar siempre solo, he pasado a estar con diez surfistas más en la bahía. Por mi entonces privilegiada ubicación, siempre era yo el primero en estar en el agua. Tan solo pasado el tiempo iban llegando los demás, atraídos por las olas que han azotado la costa estos días. Muchos de ellos con más experiencia que yo, o por lo menos con más años en posesión de una tabla de surf. Ansiosos llegaban a la playa y ansiosos corrían a meterse en el mar, sin haberlo observado mínimamente. Ansiosos variaban su posición, tratando de perseguir a las olas. Al cabo del rato, cansados o helados, salían del agua, y me dejaban de nuevo solo.

Olas en nuestra pequeña bahía

Creo que no disfrutaban. Esto sigue sin ser Hawaii. No puedes pretender venir, coger cinco olas en en quince minutos e irte sin haberte mojado el pelo. El Mediterráneo no proporciona eso, por muy grande que este el día. Las olas son desordenadas, no siempre rompen limpias y la corriente es incomoda, pero es parte del encanto. Si no te gusta realmente el mar, mejor busca el surf en julio, en un playa de Canarias, o pasate al skate, en un parque de la ciudad. Es algo que cada uno debe decidir en su interior.

Sin ser una media aritmética, probablemente estos días haya cogido una buena ola cada cuarenta y cinco minutos que estaba en el agua. Un día me quede flipado, pues en los veinte primeros minutos, fueron cuatro las olas que me sacaron hasta la playa, ahora bien, no volví a coger una en la hora y media que siguió después. El surf es paciencia. El surf es tiempo para estar con uno mismo, lejos de la gente, solo, en medio del mar.

30 diciembre 2008

Navidad

Me desconecto de nuevo unos días...

¡Feliz Navidad!

20 diciembre 2008

Oscuro

Otro día memorable apareció de nuevo contra todo pronostico. Por la mañana el mar estaba poco más que como un lago. El viento, prácticamente inexistente. Dándolo por perdido, me dedico a ver un par de documentales de The Century Of Warfare para después continuar con mi campaña del Warcraft III, que lo compré el otro día en MediaMarkt por diez euros. Dan las tres y cuarto y todavía no hay signos de que vayamos a comer en casa. En eso que me levanto, me asomo a la ventana y veo que el día se ha tornado gris, y que sopla un fuerte viento. Las olas están rompiendo contra las rocas. ¿¡Como!? ¡¿Pero... hace cuanto tiempo!? ¡Por dios! ¡Y yo aquí matando orcos! Una llamada breve, oye que no me esperéis para comer, que me voy al agua, una tostada con sobrasada rápida al cuerpo, me pongo el traje, cojo la tabla y a la playa. El pulso se me acelera... El cosquilleo en el estomago...

La estampa es preciosa. El mar desordenado, el cielo gris, viento. Conozco el mar cuando esta así. Mucha corriente por abajo. En una playa desconocida, no me hubiera metido estando solo como estaba. Apenas el agua te llega a la rodilla y ya notas como una fuerza que casi te impide estar correctamente de pie te intenta arrastrar hacia adentro. Evalúo la situación. Adentro. Cagüentó, hoy no hay quien ande. A remar. Poco a poco las olas dejan de romperme en la cabeza y consigo pasar el punto de rompiente. He intentado corregir mi rumbo según entraba, pero aun así la corriente me ha desplazado más de lo que deseaba. Se que es esta zona. Si salgo de aquí, un poquito más al sur, la corriente casi desaparece. Ademas, es ahí donde están rompiendo las olas más limpias.

Como he dicho el mar esta desordenado. Las olas más grandes y definidas se mezclan con las producidas por la corriente, que choca contra la playa y contra las dos zonas de roca que cierran la bahía. Un caos. Pero las olas grandes, son grandes. Como esto de dar dimensiones a ojo de buen cubero no tiene mucho sentido, diré de nuevo que eran... muy grandes, para ser mi quinto día. En estos días he aprendido que la primera ola la tengo que esperar con calma. Nada de remar a lo loco a por la primera que vea. Me siento. Observo cuanto me desplaza la corriente y hacia donde lo hace. También me he hecho un pequeño experto en triangular mi posición. Cuatro puntos en la costa, alineados dos a dos, me ayudan a mantener mi posición detrás de la zona de rompiente. Sigo esperando. Son grandes, y grises. Ahora, ¡rema!

Warcraft III Reign of Chaos

Esa tarde, por primera vez sentí lo que es deslizarse por la pared de la ola. Hasta ahora solo había conseguido remar y ponerme de pie sobre la tabla manteniendo la misma dirección de la remada hacia la costa. La ola rompía detrás de mi, o sobre mi, y yo me quedaba surfeando la espuma hasta la orilla. Cierto es que las olas en esta playa son un poco puñeteras, por que o son muy grandes, para mis estándares, o rompen prácticamente de manera simultanea en toda su longitud. Cosas de la arena. Bueno, a lo que iba, que en esta tarde de mar desordenado, las olas eran lo suficientemente grandes como para poder ponerme de pie, virar a derechas, y recorrer la pared unos segundos antes de que la ola rompiese completamente, momento en el que orientaba la tabla hacia la orilla y seguía surfeando la espuma. Una vez mas, la sensación es indescriptible. Recuerdo especialmente la primera ola. Remo, siento que la ola me empuja, veo lo bajo que esta el mar delante de mi, pienso que como siga recto me voy a meter un piño impresionante, veo que enfrente de mi, a la derecha, la ola sigue limpia, inclino el peso, y allí voy... Una sonrisa de oreja a oreja. Estoy haciendo surf.

Entré en el agua a las cuatro. A las cinco y media se pone el sol y a las seis es casi de noche, pues las montañas cercanas matan la luz rápidamente. A eso de las cuatro y media, veo que alguien con su tabla de surf aparece en la arena. Genial, compañía, pienso, pero el buen hombre duda. Deja la tabla en la arena, se acerca al mar, lo mira con desconfianza, se sienta, se levanta, se sienta, y se marcha por donde había venido. No se si le parecería demasiado, o demasiado poco, pero el caso es que ahí me quedé de nuevo, solo.

De repente veo que algunos paseantes llevan paraguas. ¿Como? ¿Esta lloviendo? Pues aquí dentro no, pero la verdad es que tiene un pinta de tormenta que se mata. Yo sigo con mis olas. La tercera también fue muy buena, si señor. Ahora bien, hoy la diversión tenía su precio, pues volver a entrar no me resultaba del todo fácil. Al cabo del rato, el sol se puso y, ahora si, empezó a llover. Que sensación. La playa desierta, el mar gris, sin sol, lloviendo y yo ahí en medio viéndolo todo en primera fila. Venga, una ola mas...

18 diciembre 2008

Frio

Un día apareció un tío con una tabla de body. Le vi llegar ansioso, caminando por la playa a toda prisa, mientras observaba el mar. Creo que no llego a verme, pero aun así se puso lejos de mi, más al sur. Yo ya llevaba más de dos horas en el agua, y pasada una tercera, salí, pues ya era hora de comer. Me quedé observándole. No lo hacia nada mal. Pasados unos minutos, salio del agua donde yo estaba. Nos saludamos y nos pusimos a hablar. El tío resultó ser de Barcelona y tan solo estaba ahí trabajando unas semanas. Salió del agua helado, o eso me dijo, sorprendido de que la temperatura del agua allí fuese inferior a la de sus playas. Me sorprendió el comentario, la verdad. Yo con un traje completo de tres milímetros, y guantes y escarpines de dos y medio, aguanto sin problemas las casi cuatro horas que estuve como máximo. Esta claro que depende del día. Hay días que tienes más frío, días que tu cuerpo se adapta peor a la temperatura del agua, sin que esto quiera decir que esta sea más baja.

Acostumbrado al windsurf, donde el 98% del tiempo lo pasas sobre la tabla, y por lo tanto, fuera del agua, creí que lo pasaría peor haciendo surf, pero la verdad es que añadiendo los guantes y los escarpines, por ahora me encuentro muy a gusto en el agua. Cierto es que ayuda mucho el esperar correctamente sentado sobre la tabla, no como hice el primer día, flotando a su lado, pero como ya comenté, el primer día me pareció la tabla más inestable de lo deseable. Veremos que tal a finales de febrero, cuando el agua alcance su temperatura mínima...

17 diciembre 2008

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