Fuel condition lever, cut off... Apagué la turbina y miré el reloj; las 21:33. Todavía con el casco puesto, encendí el móvil y envié un par de mensajes. “En el suelo y todo bien, ¡te quiero, pequeña!” a mi chica y un “creo que llego a tiempo” a Vanesa. Tenía veinte minutos para un debriefing rápido, cerrar el TLB del avión y meter las horas de vuelo en la aplicación informática de la empresa. La ducha y quitarme el mono de vuelo tendrían que esperar.
Habíamos organizado una tertulia con Juan Carlos para charlar sobre aviación e incendios forestales, y no me la quería perder. Vanesa es bombera forestal en los montes de Toledo, y ambos estábamos seguros de que escuchar al Maestro no iba a tener precio. No en vano, en mi mente, Juan Carlos y sus 38 campañas de extinción desde el aire -27 de ellas dobles, entre España y Chile- me hacían parecer -sin pretenderlo- un humilde aficionado con 19 campañitas en el hemisferio norte.
Espero que disfrutes de la conversación tanto como lo hicimos nosotros.
1 septiembre 2024
Un mes antes de colgar la última publicación, leí un hilo en tuiter. Entonces aún no había comenzado mi actual andadura en este sector profesional, pero sí tenía claro que el cambio era inevitable. El hilo me hizo pensar. Me gustó; por su sencillez, naturalidad y... soledad. Como le comenté entonces al autor, el estilo me recordó al de Antoine de Saint-Exupéry.
Hoy, sentado frente a mi avión monoplaza, mientras el nordés gallego azota el bosque de pinos y espero la inminente llamada para combatir otro incendio forestal, he decidido compartirlo con vosotros. Es un texto que no merece perderse entre el ruido de otra red social venida a menos.
"Los parámetros del miedo", por Juan Carlos Gómez. Gracias, maestro.
Como aviador, tengo claro que lo importante es mantener los parámetros en verde. Pero, ¿cuales son los parámetros del miedo? Cuando nuestros parámetros se mantienen en verde, nuestros sentidos están bien engrasados y nuestras decisiones son racionales.
He encontrado un artículo que escribí hace muchos años, en una etapa en la que no conocíamos el GPS y nuestras brújulas no siempre estaban bien calibradas... ¿Cuanto tiempo somos capaces de aguantar la incertidumbre? ¿Cual es el límite que nos impide una toma de decisiones racional? En nuestro instrumento del miedo, ¿donde empieza ese arco rojo que nos incapacita?
Varios meses trabajando contra la langosta en el desierto marroquí; demasiadas situaciones al límite y, cuando todo acaba, aquel traslado... Tres días dando saltos entre pistas de arena, usadas por el ejército del país, con una brújula como única ayuda.
Temperatura, en verde. Presión de aceite y combustible, dentro de límites. ¿Velocidad? No lo sé, pero bastante menos de la que marca este aparato. Este viento en cara es inoportuno... Parece que hay arena en suspensión. Subiré un poco. Rumbo 310; lo mantendré.
Podría virar a la izquierda e intentar cortar la costa, hacia Cabo Jubi... No. Si tuviera problemas con el tiempo podría quedarme sin combustible sobre el mar, en curso a Fuerteventura. Mantendré rumbo. Temperatura, en arco amarillo. Presión de combustible un poco baja; el filtro debe estar algo sucio. Al menor extraño te pondré la bomba auxiliar, y te prometo que te lo limpiaré cuando aterricemos.
Viraré un poco a la izquierda para llegar antes a la costa. Todo será más fácil siguiéndola hasta llegar al cabo. Descenderé un poco más; casi no veo el suelo. La costa tiene que estar cerca; ya deberíamos estar sobre ella... Tienes que aguantar. El aire fresco te sentará bien. Temperatura, cerca del rojo. Hay demasiada arena en suspensión, pero si subimos perderemos las pocas referencias visuales que tenemos.
Quisiera parar aquí mismo, poder relajarme, descansar un poco. Deberías poder transformarte en helicóptero; así esperaríamos a que se calmara un poco el viento. Al menos estudiaríamos una nueva estrategia.
Autonomía, calculo que tengo para una hora y cuarenta. Si no llego en menos de treinta minutos andaré muy justo para cruzar. ¿Y si mejora la visibilidad? Mejorará... Siento haberte metido en este lío. Sabía que no estabas preparada para estos traslados, pero ¡sácame de esta! La costa debe estar cerca. Si al menos supiera dónde estamos. He perdido todas las referencias.
Temperatura, en rojo. La arena abajo parece dura. Llevo agua y dátiles. Nos encontrarán. Siempre será mejor que caer al mar. ¿Qué me pasa? ¿Estoy asustado? Quizá es esta situación, que me permite pensar demasiado, y los parámetros del miedo se acercan en exceso al rojo. Igual que cuando me acercaba a la plaga de langosta. La nube de insectos tapaba el cielo, y yo sólo podía esperar y pensar. Pero una vez dentro todo cambiaba. Entraba en otra dimensión, donde sólo podía actuar, con mucha rapidez. Las decisiones se tomaban a tiempo pasado. El peligro no estaba cerca, estaba ahí, y sin embargo mi instrumento del miedo estaba en verde. Quizá la adrenalina tuviera algo que ver con todo aquello.
-Fuerteventura, EC-EDU, buenas tardes.
No me reciben, vuelo demasiado bajo, pero no puedo subir más. Sueño con escuchar una voz; al menos me sentiría acompañado. ¡La costa! ¡Veo la costa! Ahora todo será más fácil. La seguiré hacia el norte, hasta llegar al cabo y, dependiendo de la autonomía, decidiré cruzar o tomar en la arena. Está ahí, veo el cabo.
Vamos bien de tiempo. Cruzaremos. ¡El mar! Mantendré rumbo de forma obsesiva. Ya no hay referencias. Bueno, antes tampoco las había... Si no mejora la visibilidad no encontraremos la isla hasta que estemos prácticamente en la vertical. Tomaré altura, será más fácil mantener contacto radio y, si no hay ningún problema, sabrán de nosotros. Si no encuentro la isla no tendré autonomía para volver.
El rumbo: ese es mi único trabajo ahora. Mantenerlo y esperar. Ni siquiera los parámetros del motor tienen ahora demasiada importancia. Sencillamente, ya nada puede fallar. La visibilidad está mejorando y la temperatura de aceite se acerca al arco verde. Creo que alguien ha decidido que es mejor facilitarnos las cosas. Eso está bien.
¡La soledad! Siempre pensé que volar sin compañía era una buena forma de sentirla, incluso disfrutarla, pero esto supera con creces lo que yo quisiera en estos momentos. Necesito escuchar a alguien, llenarme de olores y empapar de vida mis cinco sentidos... Situaciones límite. Siempre piensas que será la última vez que te verás metido en una, pero... ya sabes. ¿Cuál será su atractivo?
-Fuerteventura, EC-EDU, buenas tardes.
-EC-EDU, adelante para Fuerteventura.
-Procedo del sur de Marruecos con destino a su aeropuerto. Estimo llegar al campo en veinte minutos.
-Bienvenido a Fuerteventura, Juan Carlos.
-Vaya, ¿cómo sabe mi nombre?
-Soy Esteban, hermano de José Carlos; hizo una campaña contraincendios contigo. Cuando tomes llámame, te quedarás en mi casa.
Me hubiera gustado saltarme las reglas de la fraseología aeronaútica para expresar a aquel controlador como me sentía. Mi Grumman biplano y yo tomamos en Fuerteventura, y me volví a empapar de vida. Aprendí que las situaciones límite no son atractivas en sí, pero que nos muestran cuales son realmente nuestros parámetros. Entonces los vemos con unos márgenes muy superiores a los que esperábamos, atrofiados por un monótono y cómodo estilo de vida. Nos recuerdan hasta qué punto amamos la vida.
16 agosto 2024
En un día tan especial como hoy, quería aprovechar la oportunidad para deciros que tengo la intención de dejar la aviación de aerolínea. Los últimos cuatro años han sido muy variados, interesantes y estimulantes; también han sido un reto personal y sin duda un complemento -o más bien un impulso- para mi particular carrera profesional.
Tras mi primera habilitación de tipo no militar, comencé la instrucción de copiloto llevando pasajeros en Baleares, dando seis saltos entre las islas cada día, con escalas ridículas, durante un largo y caluroso verano; la palabra estresante se queda corta para definir semejante cambio, tras casi dos décadas volando cómodamente sobre las llamas... Después, una vez suelto en flota, pasé a llevar más pasajeros por la península y carga por media Europa, compartiendo cabina cada noche con comandantes españoles y extranjeros. A los pocos meses mi jefe me dijo que me fuera preparando, pues en breve me enviaba al curso de comandante -cosa para la que yo no me veía en absoluto preparado-. La pandemia de 2020 vino para trastocarlo todo y retrasó mi ascenso durante casi un año, en el que por suerte nosotros, al transportar mercancías, no dejamos de volar cada noche. Huelga decir que esos meses extra como segundo de a bordo me vinieron muy bien, y me sirvieron para afianzar mi posición en un avión complicado y una operación todavía foránea.
Una vez superada la formación de mando, se me invitó a vivir en Cluj, la segunda urbe más poblada de Rumanía. Mi ciudad adoptiva resultó toda una sorpresa y los meses que allí pasé terminaron por convertirse en el recuerdo más agradable que me llevo de mi actual aerolínea. ¡Quien me lo iba a decir! Fue una experiencia muy buena, personal y profesionalmente hablando. Terminado mi periplo transilvano, volví a Madrid, donde todavía comparto un cómodo piso franco cerca del aeropuerto con otros dos compañeros del gremio. Esta nueva base de operaciones me permitió volar el ATR de las Azores a Estambul, y de Senegal al círculo polar ártico, literalmente. Alguna vez que otra en condiciones límite, pero afortunadamente en compañía de aviadores excelentes, con los que compartiría cabina en cualquier batalla. Los que habéis pasado por aquí sabéis que estáis hechos de otra pasta. La noche, el cansancio, las programaciones cambiantes, un avión exigente, la falta de comida, el frio extremo y el calor sofocante... Que queréis que os diga; en mi caso, todo ello forma parte de una experiencia -no apta para mi vecino del quinto- que no hubiera cambiado por nada del mundo.
Pero hoy toca decir adiós. Siendo honesto, el vuelo de aerolínea en sí ha dejado de satisfacerme y por ello hoy, 28 de diciembre, he decidido dejar mi puesto de comandante y pasar a volar un avión ligero y monoplaza sobre los más fieros incendios forestales del planeta Tierra.
28 diciembre 2023