Cuadernos de un aviador inquieto

AMAZINANTE EDICIONES

Invierno

Entre las vacaciones de invierno y las condiciones meteorológicas de los últimos dos meses, la verdad es que he volado más bien poco, así que aquí va otra entrada de agua salada. No me quejo, la verdad es que olas, ha habido.

Aquel día hacia frio. Bastante frio. Pasaban ya de las doce del medio día cuando leí el mensaje de Aldo -Tío, ¡vámonos a hacer surf! A la una salgo del curro y a la una y media paso por ti.

Un vistazo a la previsión. La verdad es que estaba muy bien. Un vistazo a la webcam de la playa. Tal vez demasiado bien. La parte de la bahía que se aprecia desde la cámara estaba repleta de espuma y el mar se había comido la mitad de la playa. Y frio. -Cagüentó. No me apetece nada salir de casa, y menos meterme en el agua, y menos tan tarde, y menos si vamos para nada... -Pero no podía dejar pasar esa oportunidad, así que me armé de valor, deje a un lado la pereza y pensé que como mínimo esto daría para una buena entrada en el blog.

Terminé de recoger cuatro cosas mientras se hacia la pasta que había puesto al fuego. Comí de pie, algo rápido y ligero. Unos dátiles de postre y al coche. Al final decidimos ir por separado, así que salí un poco antes, no fuera a ser que me echase para atrás jeje. Algo menos de media hora después giraba la curva que enfoca a la playa. Mi primera impresión fue -lo vamos a flipar-. La espuma de las crestas de las olas se veían por encima del volante de mi coche y eso nunca ocurre. Si a eso unimos el viento que soplaba y las montañas nevadas que me habían acompañado todo el camino, todo apuntaba a una sesión épica por estas latitudes.

Ese día las montañas cercanas a la costa estaban nevadas

Pare delante de la playa y bajé del coche. El viento de tierra arrancaba la espuma de las crestas de las olas que entraban en la bahía desde el noreste. Tal y como había visto en la webcam, el mar se había comido más de la mitad de la playa. Las olas entraban limpias y ordenadas. Incluso, y digo incluso, porque no es nada normal en esta playa, en la zona central de la misma, las olas rompían creando unos tubos bastante guapos.

A los pocos minutos llegó Aldo. Comentamos la jugada, observamos las olas y tras enfundarnos en los trajes y coger las tablas nos acercamos hasta la orilla. En un último vistazo el termómetro del coche marcaba 4°C. Bueno, al menos dentro del agua estaríamos más calentitos que fuera jajaja, ya que aunque la temperatura del mar había bajado, todavía rondaba los 11°C.

Entrar por la zona sur parecía imposible. Comenzamos a remar desde el centro ya que, aunque la experiencia me dice que no es el mejor punto cuando el mar esta tan grande, a simple vista hoy parecía practicable. Parecía, pero no lo era. Tras muchos minutos de lucha no conseguimos pasar la rompiente. Era la primera vez que Aldo se metía en esta playa, y él se vio arrastrado hacia el sur, donde como he dicho entrar es muchísimo más complicado. Desde fuera nunca lo parece, pero la corriente es bastante fuerte en esta playa. Si yo no la conociese me asustaría. Cuando el mar viene del noreste, mete cantidades ingentes de agua en la pequeña y cerrada bahía, produciendo unas olas interesantes, pero también unas buenas corrientes. Al fin y al cabo, toda esa agua que entra, tiene que salir por algún sitio.

Yo me vi obligado a volver a la arena sin haber conseguido sobrepasar las olas rompientes. Bueno, puede parecer vergonzoso, pero la verdad, es lo más sabio. Siempre que tras un tiempo prudencial no puedo entrar, me doy la vuelta y desde la arena vuelvo a estudiar el mar, buscando la mejor zona para entrar. Aldo seguía luchando contra la corriente y contra las olas, en medio del mogollón de espuma, en la zona sur.

Sobre el mar no siempre es fácil generalizar pero, normalmente, existe un punto de entrada. En esta playa lo tengo más que localizado y es increíble lo bien que funciona. Eso sí, es un pasillo realmente estrecho, y en cuanto te sales, te pilla la corriente contraria, la corriente general y turbulenta que siempre acaba llevándote a la fiesta de la espuma del lado sur jajaja. Si te mantienes en el pasillo, y esperas el momento preciso entre las series de olas, notas literalmente como un chorro de agua te mete mar adentro, y con mi "longboard" soy capaz de cruzar hasta el punto de rompiente rápidamente, alguna vez incluso sin haberme comido ni una ola de frente. Eso sí, hay que tener paciencia y esperar el momento preciso. Si no, el revolcón está garantizado.

Bueno, pues al fin me vi sentado sobre mi tabla, mar adentro, literalmente disfrutando del vaivén de las ondulaciones que algunos metros más afuera rompían y se convertían en preciosas olas. Ahí quieto es cuando empecé a notar el frio que hacía. En la cabeza. -¡La madre que lo pario! -Normal, nunca llevo un casco de neopreno de esos, ni si quiera tengo uno, pues normalmente aquí no hace falta, pero ese día, hacia mucho frio... Aldo había conseguido entrar al fin, pero se encontraba mucho más al sur. Por supuesto he olvidado decir que no había nadie más en la playa, y mucho menos en el agua. Con gestos le indicaba que remase hacia mí, que la zona buen era esta. Cuando, de nuevo, pasados muchos minutos nos reunimos, ambos confirmamos que estábamos demasiado cansados para remar mucho más jajaja y todavía esperamos un ratillo antes de ir a por nuestra primera ola del día. Y es que el surf es paciencia.

Y las olas en la bahía tenían muy buena pinta

Si al menos hubiera sido un día agradable para charlar, pero con la rasca que hacía, ¡casi era mejor remar! Total, que nos decidimos y a por la ola fuimos. Estaba claro que con lo que costaba entrar, había que elegir con cuidado la ola a remar. Debía ser de esas de, una ola, y hasta la orilla.

La ola no resultó fácil. El take-off era complicado. La ola crecía rápidamente y caía con mucha pendiente. El descenso era muy rápido y al llegar a la parte baja debías virar rápido a izquierdas para evitar que el labio te rompiera encima. Muy guapo. Mucho. Después, a volver a entrar...

No sé cuánto tiempo pasó, pero llego un momento en el que al comenzar a hablar, uno notaba que algo no marchaba bien. ¡De repente muchas de las consonantes habían desaparecido! Con la cara, la boca, los labios congelados ¡éramos incapaces de pronunciar correctamente! No pasa de ser una simple anécdota, pero nos sirvió para echarnos unas buenas risas ahí adentro, mientras seguíamos siendo mecidos por las ondulaciones del mar, observando las montañas nevadas a escasos cinco kilómetros de la costa. La verdad es que la experiencia estaba valiendo la pena, como siempre.

A las dos horas escasas ya no aguantábamos más. El traje de 4/3 mm va súper bien para el invierno en condiciones normales en esta zona, pero hoy hacia mucho frio. Realmente no era el traje, ni el agua, sino el viento en la cara y la cabeza con el pelo mojado.

-Oye, esta la última y nos piramos.- Como siempre, la última se convirtió en la penúltima, pero al final, helados, terminamos saliendo... Aunque solo sea por guardarlo en la memoria, me encanto ese día de surf. Me encantó la sensación de estar en el mar, con mi tabla, con las montañas nevadas a mí alrededor. Al final hicimos bien en ir, y me alegro de que Aldo me impulsara, porque yo solo, ese día, no lo hubiera hecho.

22 enero 2010

Nuevo

Donde tendré la cabeza... Esta entrada la tengo escrita desde hace diez dias, pero olvidé publicarla.

Un surfista entrando al mar con su tablón

Una vez más, se acerca el final del año en curso. Sin duda un buen año en términos generales, en lo personal y en lo profesional. Vamos, que gracias a Dios no me puedo quejar.

El día de Noche Buena tuve la suerte de estar en el agua. Un día gris, frio y lluvioso, con mar del sur, que no es en absoluto la mejor dirección en la zona, pero las olas entraban limpias y ordenadas. Y esta vez estaba yo solo. Una vez más esa fantástica sensación de tranquilidad al estar con uno mismo en el agua, sentado sobre la tabla, esperando tu ola. Un buen regalo de Navidad.

Ese día contrastó con el anterior fin de semana de diciembre. El sábado un día tranquilo, con dos amigos en el agua, y el domingo brutal, con veinte o veinticinco tablas en la bahía. Mar del noreste y frio. Inmejorable. Feliz Año Nuevo, que sea siempre mejor que el anterior.

8 enero 2010

Viento

Frío y viento. Mucho viento. Aquel parecía el típico día de febrero en Madrid. El cielo con ese color azul especial del invierno. Y aunque uno siempre tiene la mosca detrás de la oreja, nada nos hacia pensar que aquel día iban a pedir dos hidros para incendio.

Viento. Los días de viento son los peores. Ya puede hacer frío, ya puede llover, que si hace viento y algo se puede quemar, se quemará. Maldita sea, incluso he estado apagando incendios de invierno en una montaña nevada. Aquel día el viento cruzaba toda la península desde el norte. En la pantalla de meteo la intensidad del mismo había estado creciendo desde primera hora de la mañana. A este ritmo, si volvemos hoy, el viento estará totalmente fuera de límites para aterrizar. Pero nada, si hay que ir, se va. -Esto, ¿donde dices que esta el incendio? Ah, en Valencia, genial-. Por su orografía, una de las peores provincias para volar un día como hoy. Pero estaba equivocado, no era solo en Valencia. Hoy era un mal día para volar, ¡en toda la maldita península! Y yo no me lo hubiera perdido por nada del mundo.

La nubes lenticulares sobre las cimas indican la presencia de onda de montaña

Nueve y media de la mañana, dos aviones. Raul, instructor, en el primero, yo, CR2 en el segundo. Cuando despegamos el viento rozaba los treinta nudos, cruzado unos cincuenta grados de la izquierda, rachas de más menos de cinco nudos. Nada más levantar las ruedas del suelo, por supuesto, se confirmaron todas nuestras sospechas. Turbulencia, meneos, botes... desagradable. -¡Y eso que acabamos de despegar! -Sin duda el vuelo prometía.

Por supuesto volábamos en visual. Rumbo, pues para allí. Normalmente entre el primer y el segundo piloto nos repartimos el vuelo, pero esta vez no tenía intención de de soltar los mandos. Si yo mismo no termino de estar convencido, nunca cedo los mandos. Ahora volando hacia levante, en baja cota, con este viento pegándonos desde la izquierda, el avión no dejaba de moverse. Era totalmente imposible soltarlo un momento. Continuamente había que estar corrigiendo en profundidad, alabeo y dirección. Revoluciones de la hélice, a tope.

Lo bueno de ir en el segundo avión es que me tengo que preocupar de menos cosas. La navegación, ruta, altitud, comunicaciones, etc, las lleva el primer avión por los dos. Yo me dedico a ir detrás, que en ese momento, con apenas siete meses de comandante de aeronave, ya tenía bastante.

Al llegar a los primeros montes de Cuenca nos dimos cuenta de que seguir volando en baja cota era totalmente inviable. La turbulencia iba pasando de incomoda a preocupante. -Tío, vamos a salir de aquí. Ascendemos. Yo hablo con Madrid Militar -comunicó Raul. Por suerte el día estaba bastante despejado. Solo hubiera faltado eso. El viento había barrido todas las nubes de la península, dejando solo esas fantásticas lenticulares, indicadoras de la onda de montaña que nos íbamos a comer durante todo el vuelo. Ascendemos. Cinco, seis, siete mil pies. -Mas alto no, que tengo vértigo joder-. Al principio pareció funcionar. Desde luego la turbulencia era peor ahí abajo. Como siempre perdimos contacto con Madrid Militar, y es como alguna vez he dicho, nuestras radios a veces parecen los walkis de Fisher-Price. Frecuencia de Albacete, entrecortado. A tomar por culo la radio. Seguimos en curso a Valencia. Mientras tanto vamos evaluando mentalmente las zonas de carga de agua menos incomodas en un día como hoy. Viento fuerte del norte. Casi todos los pantanos de la provincia estarán impracticables.

-¡Esto esta jodido, eh Manolo!

-¡No jodas! Si esta jodido volar, ¡no quiero ni imaginar como será la descarga!

Siete mil pies y ya en contacto con Valencia Aproximación. Entrando desde el oeste. Comunicamos y comenzamos a descender, suavemente. -Tío creo que lo mejor sera cargar en la Albufera -dice Raul. -Si, cierto, ya lo había pensado, pero hay que pedir autorización al director de extinción -respondo. Cambio a frecuencia de incendio y permanecemos a la escucha. Nada. Realizamos varias llamadas mientras seguimos descendiendo lentamente. Nada. -Tío aquí no hay ni nadie volando -comenta. -Ahora ya sabemos porque nos han llamado a nosotros jajaja -respondo, mientras sigo luchando con los controles para mantenerme más o menos en formación, pues estamos muy cerca del aeropuerto de Valencia y no podemos ir cada uno a nuestra bola. Intentamos llamar un par de veces más en frecuencia de incendio y seguimos descendiendo hasta que ¡BABUUUMMM! mi avión sufre una sacudida brutal y mientras estamos flotando solo unidos a los asientos por los atalajes veo como el avión de Raul se retuerce en el aire de la misma manera... ¡PAM! Cesa el descenso en seco y volvemos a volar. -¡Mecagüensuputamadre! -pienso para mis adentros. -¡Tío, vámonos de aquí! ¡Subo! -me dice Raul mientras su segundo comunica con Valencia Aproximación pidiendo las condiciones del campo y permiso para aterrizar.

Tras confirmar que tenemos el campo a la vista pasamos con Valencia Torre y comunicamos nuestras intenciones de nuevo. Volvemos a descender, esperando tener más suerte esta vez, mientras desde torre nos dan instrucciones para incorporarnos en viento en cola izquierda de la pista 30.

-Formación Foca, Valencia, podrían acelerar la maniobra en lo posible, les podría colar en un par de minutos.

-Valencia de Formación Foca, copiado, muchas gracias.

-Iberia 7524, esta autorizado despegar pista 30. Tenga precaución, sus precedentes han estado reportando turbulencia en ascenso.

Desde arriba vemos como el Iberia comienza a rodar a lo largo de la pista...

-Valencia, Iberia 7524 comunica ¡turbulencia severa a 500 pies del suelo!

-7524 ¿me confirma esta reportando turbulencia severa en despegue?

-Se lo confirmo señorita, esto esta muy mal.

Y nosotros virando a base para final... ¡Mecagüentó! Yo pegado a mi líder como una rata, tan solo dejando la distancia suficiente para poder aterrizar con seguridad, prosigo con el viraje en descenso. De repente Raul mete motor y comunica que aborta la maniobra de aterrizaje. -Foca ¿me confirma que aborta la toma? -pregunta la saturada controladora. -Afirma, los Focas abortamos. Demasiada turbulencia. Solicitamos volver a circuito -responde Raul. De nuevo en el circuito de tráfico comentamos la jugada y pensamos que hacer. Decidimos largarnos de allí. Total en Valencia no hacemos nada. De los del incendio no tenemos la menor noticia, nadie contesta a nuestras llamadas. Los aviones comerciales siguen comunicando turbulencia severa en ascenso. Tenemos combustible de sobra, así que, de vuelta a casa. Confirmamos nuestras nuevas intenciones a Valencia y deseándonos suerte se despide de nosotros. Otra vez solos. Ascendemos y ponemos rumbo oeste.

El Foca 15 configurado y listo para el aterrizaje

Hasta ese momento llevamos más de hora y media de vuelo y no he dejado de pelearme con los controles ni un segundo. -Si algún día abro un blog, esta la tengo que contar -pensé. Turbulencia, meneos, sotavento, descendencias, rachas, variaciones en el anemómetro de más menos 15 nudos y la madre del cordero. Una vez más doy gracias por ir de punto y por tener a un líder que se ocupa de todo lo demás. Bastante tengo yo con lo mio. Raul me informa de que ha estado escuchando los VolMet de Albacete, Zaragoza, Getafe y Torrejon. El VolMet es una grabación que se repite una y otra vez en diversas frecuencias de radio proporcionando las condiciones meteorológicas actualizadas de los aeropuertos de la zona. Todos los campos que nos podrían servir están igual de mal. El viento es brutal en toda la península.

Nos planteamos desviarnos a Albacete, pero lo descartamos en seguida, pues aunque el viento era algo menor allí, la orientación de la pista no facilitaba en absoluto las cosas. Decidimos volver a nuestra base en Torrejon. Por primera vez en mi vida aeronáutica tuve esa curiosa sensación.. Estoy aquí arriba, he intentado bajar y no he podido, pero se que tarde o temprano voy a tener que volver a intentarlo... Si hay una cosa clara en aviación, es que tarde o temprano, vas a acabar en el suelo. Muy curioso, muy curioso. No era miedo, en absoluto. En el fondo estaba disfrutando como un niño con aquella experiencia. Me venían a la mente historias y recuerdos de la aviación de antaño, de la verdadera aviación, en la que la habilidad, la experiencia y las ganas del piloto marcaban la diferencia frente a las fuerzas de la Naturaleza. Miedo no, nunca. Pero si pensaba que me resultaría bastante vergonzoso tener que pasar la noche en el hidroavión anclado en un pantano de Cuenca, ya que en ese momento, se me antojaba el lugar de toma más seguro de toda España.

Tres horas después de haber despegado llegamos a Torrejon. Una vez más pedimos datos y permiso de aterrizaje. Los de la torre, medio asustados, nos dan la intensidad del viento, la dirección, las rachas medias, la intensidad media, la intensidad máxima registrada, las rachas máximas... -¡Joder! ¡Vale, es suficiente, ya se que hace mucho viento, no hace falta que me lo recuerde, creame! Entramos en viento en cola derecha para la pista 05. Raul va delante. Yo sigo manteniendo la distancia. Ahora si estoy un poco nervioso, pero me gusta. Raul comienza a virar a final. Le observo desde arriba...

Incapaz de controlar el avión antes de la toma y a escasos pies del suelo Raul se ve obligado a abortar en dos ocasiones el aterrizaje, volviendo conmigo al circuito de trafico. -A tomar por culo, esta vez me toca a mi -me digo. Comunico con torre mientras configuro el avión para aterrizar. Tren, flap... -Deja el flap en 15° -ordeno. En condiciones normales tomamos con 25° de flap, pero estas condiciones no son normales. Con el flap a tope y con este viento somos una puñetera cometa y así no hay quien aterrice este avión.

Las rachas son más que peligrosas, llegando algunas casi a los 20 nudos. Eso implica que en un momento vas volando a 80 nudos, e instantes después a 100... o a 60, y a 60 nudos, este avión, obviamente, no vuela, se cae, con lo que el truco consiste en ir mucho más rápido de lo habitual, como mínimo para que tu velocidad este por encima de la de perdida si te comes una racha de viento de menos veinte nudos. Pero esto es un arma de doble filo, porque con semejante viento, con semejantes planos y con semejante estabilizador vertical, cuanto más rápido vas, menos ganas tiene el avión de aterrizar. Conclusión, que tienes que, literal y voluntariamente impactar el avión contra la pista, como si de un apontaje en portaviones se tratase. Vas rápido, más rápido de lo habitual, y aplastas el tren de aterrizaje contra el suelo. Y funciona.

El Foca 22 ya con el tren principal en el suelo

Da gusto estar en el suelo, quien lo diría. Rodando a plataforma veo como Raul intenta y aborta su tercer aterrizaje. En ese momento no pude evitar pensar que sentía cierto orgullo al haber aterrizado ese cacharro a la primera, mientras que un piloto instructor iba ya por su tercera frustrada. Pero el merito es pequeño comparado con el suyo al haberse hecho cargo de todo lo demás en el vuelo. Como ya he dicho, yo me limité a seguirle y a volar el avión.

Ese día tres de nuestros aviones tuvieron que aterrizar en Getafe, pues no fueron capaces de aterrizar en Torrejon, cosa que me sorprende, pues la orientación de la pista es la misma en los dos campos, y están a poco más de 30 kilómetros de distancia, así que mucha diferencia de viento no podía haber. Supongo que algún factor psicológico entraría en juego. Yo fui el único en aterrizar en casa. Sigue siendo el aterrizaje más difícil que he tenido que hacer en mis nueve años volando. Y si, me siento orgulloso de ello. Debería haber hecho una foto a la maldita pantalla de meteo...

7 diciembre 2009

Pollentia

Haz click para ver el vídeo

Hace un par de años realicé este vídeo sobre la base de hidros de Pollensa. Me acordé de él al escribir la penúltima entrada, así que aquí os lo dejo.

La verdad es que la base tiene historia, y esperemos que ahí siga por muchos años.

En los años veinte del siglo pasado los hidroaviones eran el futuro. Había muy, muy pocas pistas de aterrizaje en condiciones en el mundo, y el poder despegar desde el agua se vio como la gran solución. Durante un par de décadas los aviones más grandes y los aviones más rápidos del mundo fueron hidroaviones. Prueba de ello era la carrera de hidros por el Trofeo Jacques Schneider.

Compañías como Fiat, Macchi, Curtiss, Piaggio y Supermarine competían cada año por construir el avión más rápido y motor más potente. De sus innovadores diseños salieron muchos de los cazas que en pocos años habrían de combatir en los cielos de Europa durante la Segunda Guerra Mundial, como el británico Supermarine Spitfire.

Los hidroaviones, los años veinte y el mar Mediterráneo traen a la memoria del aviador el romanticismo de otra época, la aventura, el riesgo y el valor y la habilidad de aquellos pilotos.

28 noviembre 2009

Americanos

Al fin y al cabo esto sigue siendo un hobby para mi. Llevo nueve años volando y más incendios de los que puedo recordar. Literalmente soy un maldito profesional en este tipo de vuelo, con este tipo de avión, pero prácticamente cada día me siento como... en un juego. Mi gran pasión aeronáutica sigue siendo la aviación de caza, y cada vez que tengo la oportunidad de acercarme a ella un poquito, disfruto como un colegial. Cada vez que despega un F18 me quedo mirándolo, cada vez que coincidimos rodando en la plataforma los observo con respeto, cada vez que vienen aviones extranjeros me acerco a verlos, los fotografio y hablo con los pilotos, como si yo fuera un simple aficionado mas. Como he dicho, todo esto sigue siendo un hobby para mi.

Este verano, estando destacado en Zaragoza tuve la oportunidad de acercarme un poquito más a ese mundo mentalmente idílico que yo considero la aviación de caza. Un antiguo compañero de unidad consiguió "pasarse a caza" y andaba por Zaragoza haciendo el curso del F18. No voy a entrar en detalles, pero si diré que pasar de transporte a caza en el Ejercito del Aire, hoy por hoy, es prácticamente imposible. Este buen hombre lo consiguió no después de perder varios años, realizar varios recursos y poner varias denuncias.

Un F/A-18F Super Hornet de los VFA-103 Jolly Rogers a punto de despegar del portaviones Dwight D. Eisenhower

El caso es que se pasó por nuestro destacamento a saludar y me comentó que tenía como a uno de sus instructores a un piloto de intercambio de la US Navy, de la armada estadounidense, y que estaba muy interesado en volar en el Botijo, que había pedido autorización para volar con nosotros a nuestro jefe, y que este se la había concedido. Me preguntó si me lo podía llevar a volar, sabiendo que conmigo iba a disfrutar de un buen vuelo. Obviamente le dije que si, esperando poder sacar tajada del asunto jajaja, ¡pues no todos los días tiene uno la oportunidad de subir a volar a un piloto de la Navy!

El día acordado se presentaron los dos y tras los pertinentes saludos nos acercamos al avión. Carlos, antiguo piloto de hidros, le iba hablando acerca del avión mientras yo y mi segundo íbamos leyendo las listas de comprobación. El americano chapurreaba el castellano, más que hablarlo, a pesar de llevar tres años en España (y es que hay cosas que nunca cambian, pensé, aunque luego comprenderán vuestras mercedes el por qué de este hecho, como yo también lo comprendí...) así que yo me sentía más cómodo hablándole en ingles que intentando hacerme entender en castellano, pero él prefería que le hablase en español, por aquello de que era un tío educado jeje.

Bill es un par de años mayor que yo, un tío majo, casado y con dos hijos pequeños. Uno de ellos tenía escasos meses y había nacido en España. Despegamos, pusimos rumbo al embalse de Yesa, en las estribaciones de los Pirineos y comenzamos a hablar...

-Supongo que te parecerá que vamos pisando huevos...

-Jaja, bueno, si, ¡pero yo no suelo volar en ruta a 300 pies del suelo!

Nuestra velocidad de crucero es de 150 nudos y creo recordar que el F18 vuela a 185 en final, justo antes de aterrizar.

-Oye, 150 nudos no esta mal. ¡Cuando yo volaba la Cessna no pasábamos de 110!

-Anda, ¿y cuando has volado tu en una avioneta?

-Antes de entrar en la Navy yo era instructor de vuelo en una pequeña escuela en los States. Volábamos la típica Cessna de plano alto.

-Entonces eres un tío que sabe algo de hélices, ¡eso esta bien!

Volamos durante algo más de dos horas e hicimos todo lo que se puede hacer con un hidroavión. Le sacamos hasta la ultima gota, realizamos todas las maniobras y como siempre digo, esquivamos todos los buitres, gaviotas, patos y gansos, arboles, cables y molinos habidos y por haber. Me alegré mucho de que Bill se bajara encantado del vuelo. No paraba de repetirme que había sido una experiencia increíble y que se llevaba un grato recuerdo. Yo también me llevaba un estupendo recuerdo. Durante el vuelo hablamos de todo lo que se nos ocurría acerca de aviación: yo no paré de preguntarle sobre la vida en un portaaviones, sobre el Super Hornet, sobre como planifican un ataque usando los F18 como cisternas, sobre los apontajes nocturnos, sobre Iraq... y el no paró de preguntarme sobre el paso de la hélice, la turbulencia en montaña, la carga y la descarga de agua, el vuelo en incendio...

Un F/A-18F Super Hornet de los VFA-41 Black Aces termina de repostar en vuelo sobre Iraq

Cuando uno es un aficionado, mejor dicho, cuando uno es un fanático de la aviación militar, da gusto encontrar a otra persona que comparte y que comprende dicha pasión. Mi segundo piloto, a pesar de ser un excelente profesional, como todos los pilotos del escuadrón, nos miraba con cara de estar pensando -vaya par de frikis-. La conversación podría haberse alargado durante horas, y si hubiésemos podido seguir volando las cinco horas hasta agotar el combustible, lo hubiéramos hecho, pero no podía ser, así que a cambio, decidimos quedar por la noche para cenar y tomar unas cervezas jajaja.

Por la noche nos reunimos algunos compañeros de la unidad, Carlos y Bill, que apareció con otro americano y con su novia. Este otro americano, John, también era piloto de la US Navy, llevaba cuatro días en España e iba a ser el relevo de Bill en Zaragoza, pues este volvía a EEUU en un par de meses. Ya con las cervezas en la mano, yo me encontraba en mi salsa, preguntando todo lo que se me ocurría a estos dos pilotos de la Navy, y a lo largo de la noche aprendí muchas cosas interesantes. También me sirvió para recordar que en todos los sitios cuecen habas. Muchas veces, en el ejercito, o en aviación particular, tendemos a sobre valorar a los americanos, mientras criticamos duramente lo que aquí en España tenemos y muchas de esas veces, estamos equivocados. Por ejemplo y sin ir más lejos, a ambos dos un día les dijeron...

-Tu, destinado a España durante tres años.

-¿Como? ¡Pero si no tengo ni idea de español!

-Mañana dejas de volar y te vas cuatro meses a dar un curso.

-Pero es que...

-Dismissed.

Tras cuatro meses de curso, mano a mano con un profesor mejicano, les dan un billete de avión y dos teléfonos de contacto, el de su futuro jefe en Zaragoza y el de un contacto en la embajada americana en Madrid, y con esto y un bizcocho los envían tres años a España. Y tal vez sea el estilo americano, pero si eso lo hiciésemos aquí, que no se si lo hacemos, seria sin duda objeto de duras criticas y yo desde luego pensaría que -seguro que los americanos no hacen esto con sus pilotos-. Imagínense ustedes mi cara cuando el americano me describía la primera conversación telefónica con su contacto en el Ala 15, todavía desde el aeropuerto de Barajas, en un castellano más que deficiente, el oficial español, que le llama un yanqui, que esta en Barajas y que qué hace, el otro sin saber donde esta Zaragoza, esperando con mentalidad americana que sus contactos le solucionen todo, pues que se presente el lunes a las 07:30, como todo el mundo, si es que estos americanos...

Un F/A-18F Super Hornet de los VFA-22 Fighting Redcocks a punto de apontar en su portaviones

Flipante. Flipante por su parte, por que manda huevos irse a otro país con una mano delante y otra detrás, esperando que dos números de teléfono te lo solucionen todo, sin un hotel, sin una dirección, sin nada. Pero así me lo contó Bill y casi me dieron ganas de invitarle a una cerveza por las molestias sufridas jajaja ¡porque me pareció estar hablando con un niño que es la primera vez que sale de casa! Madre miá, me ponía en su lugar y no se me ocurría más que llamarle alma de cántaro, y es que tal vez, españoles y todo, con nuestros defectos, somos unos tíos bastante curtidos, bastante flexibles y, será genético o cultural, pero nuestra capacidad de improvisación es realmente notable. Este buen hombre se tiró tres meses metido en la habitación de un hotel esperando a que alguien le dijera como alquilar un piso. Obviamente la barrera idiomática es difícil de superar, ¡pero a alguien podría haber preguntado en el curro! y así se lo dije... pero aquello había ocurrido hacia ya tres años, y ya era agua pasada.

Tras haberse asentado, su mujer y su hijo se vinieron a Zaragoza con él, y ahora eran totalmente felices en España. Su crío hablaba ingles y castellano perfectamente, y no dejaba de decirme lo feliz que estaba por todo. Estaban especialmente contentos por la calidad de vida que disfrutaban aquí, por el trabajo, por poder estar con su familia todos los días, por no tener que tirarse seis meses embarcado en un portaaviones, por poder disfrutar de sus vacaciones viajando por Europa, etc. Como ya he dicho, incluso se habían decidido a tener otro pequeñajo aquí... En ese momento su mayor preocupación era pasar todo su conocimiento sobre España a su relevo, John, para que él tuviese toda la información que él había tenido que recopilar en solitario. En resumidas cuentas, Bill era ahora un tío feliz en Zaragoza, un gran piloto, una gran persona y un buen amigo desde entonces.

Ya con varias cervezas encima la conversación derivó por otros derroteros. El castellano de John, cogido con pinzas tras su curso de cuatro meses, no daba para mucho, así que proseguimos en ingles. Curiosamente su novia, canadiense, si hablaba aceptablemente bien la lengua de Cervantes. Dejando un poco de lado lo personal, volvimos a hablar de aviación. Hablamos de las diferencias entre nuestro "bizcocho" y el Super Hornet, les pregunté que opinaban sobre la modernización de nuestros F18, sobre si tuvieron la oportunidad de volar el Tomcat, sobre la "extinta" Top Gun, etc... Bill si pudo elegir entre Tomcats o Hornets al terminar su formación en la Navy, pero en aquel momento el Tomcat estaba ya siendo retirado del servicio, así que con buen criterio eligió el F18. John en cambio, un par de años más joven que yo, ya no tuvo esa oportunidad, y empezó a volar directamente el Super Hornet, que tampoco esta nada mal.

Un EF-18B del Ala 15 sobre la Base Aerea de Zaragoza

Me sigue corroyendo la envidia cuando pienso como Bill llegó a volar el F18. Literalmente pasó de volar una Cessna en la calle, a volar lo último en la armada norteamericana. El no es militar de carrera, al contrario que John; él simplemente tiene un contrato con la Navy para volar, para volar lo que sea, dependiendo tus habilidades y de las necesidades del servicio. Tras alistarse, en siete meses estaba volando el F18 en la Flota. Que envidia joder. Que envidia. Pero también he de decir que no es oro todo lo que reluce. No voy a entrar en detalles, pero la verdad es que el precio a pagar en vida personal es caro. Literalmente sus destinos son quasi-forzosos en todos los casos y si no están embarcados durante seis, siete, ocho meses, están basados en una Naval Air Station, un aeródromo en tierra, normalmente situado en medio de algún desierto en el interior de EEUU.

Les pregunté por la antigua Top Gun, venida a menos, entre comillas, y mezclada desde 1996 con un par de escuelas más en el ahora llamado Naval Strike and Air Warfare Center. Les pregunté si habían tenido la oportunidad de ir a esa escuela y Bill me dijo que si, pero que había decidido no ir. -Esto... ¿Como? ¿Que declinaste el ir a Top Gun?- Curiosamente ambos dos se seguían refiriendo al NSAWC, pronunciado en-soc, como Top Gun, básicamente convertida ahora en una escuela de ataque al suelo. Bill prosiguió diciendo que antes, cuando Top Gun estaba en Miramar, al lado de San Diego, era un destino de genial y era un placer estar alli, pero que ahora, en Fallon, Nevada, en medio del desierto, aquello había perdido mucho glamour. Yo todavía sorprendido por dicha explicación volví a preguntar incrédulo. La respuesta de Bill fue inesperada y he de decir que, a altas horas de la madrugada y tras varias cervezas, provocó en mi serias carcajadas...

-Tío, en Fallon, te despiertas por la mañana, abres la ventana para respirar aire fresco and... ¡you only smell fucking cow shit! ¡Todo el puto día huele a mierda de vaca! ¡Quien coño quiere vivir ahí!

Madre mía, que jartá' reír, y es que... en todas partes cuecen habas.

Nota del autor: Carlos, Bill y John son nombres falsos y esta historia es incompleta, pues solo refleja mi lado de la realidad.

19 noviembre 2009

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